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Sin duda alguna nos encontramos en un momento coyuntural en el que el mundo hace un viraje respecto a la estrategia mundial de afrontamiento del problema de las drogas.

Pasando de una lucha contra las mismas desde una perspectiva prohibicionista a la de la legalización desde una nueva perspectiva de reducción del riesgo y el daño.

 

Es importante anotar que aunque el consumo de sustancias psicoactivas ha estado presente en toda la historia de la humanidad, las sustancias en sí mismas, los contextos, usos y poblaciones consumidoras son bien diferentes. Sin duda alguna, en estos tiempos nos enfrentamos a una sociedad enferma por el individualismo, el consumismo, la crisis en la familia y la pérdida de los valores. Las personas cada día con mayor ansiedad buscan sustancias que les ayuden a escapar temporalmente de sus duras realidades.

 

Las complejidades de los nuevos contextos hace aún más difícil encontrar salidas adecuadas, más aún cuando el valor que todo lo determina es el dinero. De tal manera que el debate se ha reducido a que la constricción de la oferta dispara precios y fortalece el narcotráfico y sus carteles con el gran costo de sangre que hemos podido evidenciar en Colombia y que también ahora padece México. Pero poco se escucha sobre el impacto de esta nueva política de legalización en la población infantil, juvenil y en los sistemas de salud.

 

En el primero de los casos el estatus de legalidad da un mensaje de permisividad frente a las conductas de los niños, niñas y adolescentes. Si bien se argumenta que la legalización vendría acompañada de regulación como el cigarrillo y el alcohol, tenemos que tener en cuenta el fracaso de la regulación de estas sustancias legales en países como Colombia.

 

El último estudio en escolares en Colombia arrojó que son cigarrillo y alcohol las sustancias puerta a la adicción y que se facilita su consumo por parte de los adultos, al no ser tan mal vistas desde su marco de legalidad, a pesar de los impactos de estas sustancias, por cuanto el cigarrillo es la sustancia que más mata personas en el mundo y el alcohol la más relacionada con agresiones y muertes violentas. Si miramos éste panorama ¿cómo podemos estar optimistas en la legalización de una nueva sustancia? Otro aspecto bien importante a tener en cuenta en éste debate, es el mensaje ambiguo a la sociedad, partiendo de la justificación, para su legalización, del uso medicinal de la marihuana. No hay una información clara lo cual afecta los imaginarios de la población. Ciertos componentes de la marihuana que se usan en la medicina, simplemente se extraen en los laboratorios y se hacen grageas y cápsulas; también compresas para aplicar sobre la piel.

 

Sin embargo, si somos detallistas en las imágenes de noticieros y revistas se muestra gente fumando un cigarrillo de marihuana. ¿Con qué tipo de mensajes estamos bombardeando a nuestros niños, niñas y adolescentes. Por qué no se informa con la misma vehemencia los accidentes cerebrovasculares y las demencias que también causa y exacerba el consumo de la marihuana? Será que detrás hay más bien un interés económico de ciertos grupos por quedarse con el negocio cuando sea legal y tener las millonarias ganancias de las que hoy disfrutan las tabacaleras?Respecto al sistema de salud, tabaco y alcohol producen unos impactos en la salud de población que hay que asegurar. Los expertos han hecho muchos llamados para prevenir y alertar porque estas sustancias legales traen una gran carga al sistema respecto a los costos difíciles ya de sostener. Entonces hacemos caso omiso a esto y se decide legalizar, favorecer el consumo y cargar con nuevos costos a un sistema en crisis.

Definitivamente el debate ha sido totalmente reduccionista  sobre las complejidades del fenómeno de las drogas y específicamente el de la marihuana. En esa lógica tendremos propuestas insuficientes,   impertinente y poco fiables respecto a los resultados y fenómenos concomitantes que podrían surgir.

FAVORECERÁ   El CONSUMO EN NIÑOS Y JÓVENES

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